Julio


TOMÉ Y AYOZE ÁLVAREZ

SOPITA DE CARACOL

Vinimos soltando lastre por el camino. Traíamos la ropa sucia: imprimaciones de recuerdos viejos. Nos hemos pasado una semana zurciendo y tiñéndonos de colores chillones. No sé cuántos kilos de palabrería engolletada habremos adelgazado, pero hemos afinado el gusto, el tacto, el olfato y la mirada. Recordar, del latín recordis: volver a pasar por el corazón (Galeano, Mérope y tal).

Pienso en marcharme y se me sale el melodrama de los bolsillos. J’acusse: soy el peor cómplice de las nostalgias de pasado mañana. ¿Seré capaz de acordarme de las respuestas que me he preparado esta semana para cuando vuelva a cualquier otro lugar que no sea este?

-Hola, ¿qué tal? Me llamo…
-Shh, no lo digas. Me gustas. Me quedo a vivir contigo. Para muestra un botón.

No me apetece escribir sobre un proyecto que ya escribí. Hay un vídeo por ahí donde nos ponemos serios y hablamos de ello, con voz y sonido de ambiente. Las residencias sirven para algo más (llenar hojas de libreta con cosas que hacer, cuenta).

¿Alguna vez han pintado de azul el caparazón de un caracol? Antes de mojar el pincel hay que olvidarse de dónde está el móvil; seguir el reguero de notas que deja Lucas con la guitarra al pasar; buscar cualquier tratado desfasado de Historia del Arte para anotar en un borde que Bruno puede convertir la rodilla de Marta en una galería dibujándola en forma de flor; ver a Jesús trasnochar tejiendo una libreta con un sexenio de conceptos íntimos entre él y su madre para darle trabajo al cartero (Felicidades, cumpleañera); bailar rodando por la arena como Álvaro; cortejar instrumentos irreconciliables en una improvisación que sólo grabe la memoria de cada uno mientras los tatuajes de Javi bailan al son de una flauta que amansa a la Reina Loba; auxiliar a Iván, con su metro ochenta y pico, a sostener en su dedo para darle de comer papilla de pienso de perro al polluelillo extraviado que trajeron Laura y Ana a la hora de cenar con una sonrisilla derretida; curiosear los árboles con la curiosidad de Dani y ver las mesas, sillas, remos, bancos y demás estructuras de paz y guerrilla que guardan en su interior; tramar cosillas con Julia en voz baja, deseando que se acaben los fósforos… Pero para pintar un caracol de azul, sobre todo, hay que mezclar el color naranja de la barba de Cuco, que cuando se ríe se vuelve ilustración.

Es un arte, eso de pintar un caracol de azul.

Sí, una semana de residencia en Espacio Matrioska da para mucho. Os Blancos es un libro abierto de lecciones para el extraño: el campo oculta estructuras óseas de animales salvajes para quien quiera encontrar tesoros (si no estás haciendo yoga en el campo y se te acerca directamente la corona de un corzo), las ruedas de tractor son hogazas de pan, el cubo de papas se rellana como por arte de magia, el monte suena a gaita y con el licor café los árboles bailan muñeiras. Antes de cenar, los platos y los cubiertos son una batukada, y donde comen dos comen veintiuno. Eso sí, siempre recetas de la abuela. Y a la tarde, laxitud y paseos vespertinos con un sol que resiste a irse y una luna que lleva ya horas brillando. Y un burro persiguiendo a Rama.

Seguramente exagere. Todo tiene su lado malo. ¿Todo?

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Rama y su hocico negro ya han olisqueado cada centímetro de Os Blancos a razón de unas sesenta veces a la hora. Ha ladrado a todas las personas, pájaros, piedras, gatos, caminos, árboles, sombras, casas, tractores y coches que se ha encontrado. Lo primero que descubrió fue el cubo de basura de la cocina de la casa de Lucas, Laura, Bruno, Marta, Ana, Cuco, Julia y Dani. Cola contenta: ¡qué suculencia! Estas sobras demuestran cuánto de saludable cocinan estos muchachos, carajo. A ver si mañana pongo cara de pena cuando todos estén almorzando y puedo lamer un plato [esto nos lo confesó luego en privado]. Después le enseñaron la habitación dónde iba a pasar la semana y se le levantaron las orejas: una enorme cocina [del tamaño del pisito de estudiantes completo en el que vivía antes] antigua convertida en un acogedor apartamento color mar montañés, con dos camas divididas por un biombo mimbresco atado a unos ganchos metálicos que asustan al intentar averiguar con qué finalidad los parió la forja. Cosas de antes que sirven para cosas de ahora, y tal.Rama1
A parte de a ladrar y a oler, Rama ha abandonado su puesto frente al ventilador segoviano para acompañar a Tomé y a Ayoze a Matrioska. No sabe muy bien qué van a hacer ellos allí pero en el coche, entre bolsas de libros, ordenadores, máquinas de escribir, cajas de herramientas y pinturas, apenas le dejaron espacio para tumbarse. Encima tuvo en el sillón de atrás, cuando todo el mundo sabe que ella siempre es copiloto. Por lo que les escuchó hablar durante el trayecto (aunque estaba enfadada por haber sido relegada al asiento trasero y se esforzaba para que se le viese cara de señorita indignada en realidad estaba poniendo las orejas y ellos no se callaron ni un momento) algo relacionado con las portadas de libros, el texto, los sueños y con el diseño gráfico. Decían que querían hacer de un libro y de su formato (a saber qué es eso del formato. ¡Mira, un pájaro! ¡¡¡Guauf, guauf!!!) una obra completa, sin separaciones, algo como un todo… Ayer vio a Tomé pelando un libro con un cúter y a Ayo enredándose con la cinta de la máquina de escribir. Encima no paran de hablar de sueños, y de sueños urbanos, y de sueños rurales y hablando de sueños… -¡Rama, que roncas!
Imagen del proyecto de Ayoze y Tomé en Espacio Matrioska.
Imagen del proyecto de Ayoze y Tomé en Espacio Matrioska.


ARKAITZ RODRIGUEZ

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O proxecto busca crear un arquivo de conversas entre 2 persoas, algo que pode parecernos simple, pero si cremos que ese tipo de intercambio non é significativo é porque estamos falando dos temas equivocados. Baso o traballo na acumulación de experiencia a través da conversación e cómo todo iso pode converterse en físico. Está pensado para ser levado a cabo en diferentes lugares. En cada lugar, a xente interesada no proxecto pode vir falar comigo. Cada conversación é fotografada e resumida  nunha folla de caderno, creándose así un arquivo. O que é simplemente persoal transfórmase en algo visual a través das fotos e das fichas do caderno. Non é un proxecto delimitado e gustaríamos que fose un traballo en proceso continuo. Está pensado para ser levado a cabo lonxe, canta máis diferente sexa o contexto, mellor. Ese cambio de ambiente fai que o arquivo medre de modo máis variado. Aínda que foi creado para ser desenvolto lugares descoñecidos para min o comezalo en casa é un bo xeito de probar o seu funcionamiento, para continualo e melloralo.

Proyecto de Arkaitz durante su residencia:

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